El camino de vuelta a casa no tuvo mayor novedad. Josemari comenzó a andar hacia Irumendi antes de que oscureciese. La excitación de saber que iba a poder hablar con Barrenechea en unos pocos días y la sorpresa de conocer -y observar- a su hija Izaskun le hicieron dar por bueno el viaje. De esta manera, en vez de buscar un sitio donde dormir unas horas antes de empezar la marcha, decidió echar a andar antes y ver si podía dormir una vez estuviera ya en casa.
Llegó al caserío a eso de las once de la noche, cuando todos se habían acostado ya. Cenó la tortilla de patatas, la ensalada y el queso que le habían dejado, decidiendo no beber vino sino agua para reponer mejor fuerzas durmiendo. Estaba cansado, pero muy ilusionado. Tenía la sensación de crecer como persona. Se veía a sí mismo como alguien capaz de cumplir sus sueño, o por lo menos pelear por ellos, lo que ya en sí mismo era cumplirlos, pensó. Dio gracias a Dios por el día vivido, se lo dedicó a su Ama y se durmió plácidamente.
Y soñó, soñó con que triunfaba en Argentina o el Paraguay, que se convertía en un terrateniente importante, que tenía hijos, que los veía crecer sanos y fuertes, que hacía internacional y grande la familia Inchauspe. Soñó también... que Izaskun iba con él y que se convertía en la madre de sus hijos. Y aquí sonrió mientras dormía y a la mañana siguiente se despertó con una sonrisa en la cara Y empezó el día con ilusión y fuerzas renovadas.